lunes, 31 de enero de 2011

EL PROYECTO DE PAIS ES UNA CUESTION NACIONAL

LA CUESTIÓN NACIONAL REQUIERE DE UN PROYECTO NACIONAL Y DE UN SUJETO HUMANO DE CARÁCTER NACIONAL.

La ambición sin escrúpulos, el halago cínico de los poderosos, la corrupción como acceso fácil, el desprecio por los indefensos, el servilismo al capital monopólico son conductas que siempre exteriorizan los gobiernos sin moral, sin respeto por las leyes y las obligaciones que los cargos imponen y en consecuencia son los verdaderos llantivalores" enemigos de la Nación y la paz.
No será remozando pejotistas, radicales o ecónomos ecuménicos que renegaron hace tiempo de los movimientos populares como se regresa a las causas y se instala la justicia social; sino yendo por las antípodas de estos partidos entreguistas, legalizadores de todas las tragedias que nos avergonzaron ante el mundo y nos cargaron de culpas y empréstitos en sus concubinatos con el Neoliberalismo económico.
En ellos anidaron firmemente los viejos sofismas de la oligarquía parasitaria de "vivir" a expensas de los abrazos y propinas del capitalismo internacional.  También fueron presa fácil y ejecutores dóciles de la antigua "conciencia colonial" basada en la entrega de los recursos nacionales y la porfía de que el Estado sea el garante eterno de los caprichos y exacciones a que nos somete el colonialismo financiero. Más aun la mayoría de estos engendras vernáculos asimilaron las reglas del maltusianismo económico sosteniendo que la marginalidad, la explotación y la pobreza son condiciones naturales de la especie humana e imposible de erradicar.
La extranjerización de todos los recursos nacionales de los países dependientes es una "cuestión de Estado" para los centros dominantes, pero los convierten en una cuestión privada o de mercado para los estados vasallos.  Este intervencionismo supranacional forzado por "instituciones multilaterales": BID; FMI; G 7; Trilateral Comisión, OMC, ALCA, GATT, etc., apunta a consolidar la destrucción, y atentan contra la soberanía y la libertad de los pueblos.
La tiranía de los mercados se despliega por el abandono del estado, de los gobiernos y de todos los estamentos de la política tradicional a atender prioritariamente los problemas nacionales y sociales.  La argentina es un vivero de todos negocios espurios y de la corrupción funcional a la crisis estructural del capitalismo globalizado.  Esto no obtiene reacciones sino se enfrenta con un movimiento que abarque integralmente la problemática social y económica del país.
El desempleo es un grave problema nacional, el suicidio de pequeños productores es una cuestión nacional, la falta de sostén del mercado interno, su cuidado y proyección es materia de interés nacional.  La errática política exterior es una falta de proyección de lo nacional.  La desesperanza social no es cosa individual.  Dentro del neoliberalismo los estados subalternos han perdido su capacidad de ser sujetos en su defensa, tanto en el plano económico como en el político y por tal motivo sus estados mayores se transnacionalizaron culturalmente.
El aperturismo y la tan mentada «globalización» destruyeron los viejos conflictos regionales y los límites territoriales.  Para independizarse es perentorio salirse del encuadramiento multilateral, replanteándose todo posible accionar referenciándose en las bases históricas que nos legaron los movimientos emancipadores en términos continentales y de recuperación de la soberanía en las operaciones tanto tecnológicas como de formación profesional.
La salud pública, la educación pública, la dignidad solo se comprende dentro de una estrategia nacional. La falta de moneda, la prepotencia extranjera, la usura, la inflada deuda y la codicia de los banqueros persisten por la ausencia de soberanía popular.  La liquidación del ahorro y los sistemas de previsión son provocados por un destierre de los derechos de orden público. La violencia institucional y el caos social provocado por la existencia de más de 20 millones de pobres sin futuro, es quizás el más grave de los temas nacionales que no admite postergación y que requiere de una distribución diferente de los recursos nacionales con orientación opuestas a las prioridades políticas que hoy baraja la partidocracia electoralista.
Un cambio fundamental en las relaciones del ejercicio de las decisiones de los nuevos actores sociales solo puede provenir de un movimiento cuyos objetivos solidarios y humanitarios están fuera de la estrechez y egoísmo partidistas.
La importancia del movimiento está en que une lo que desagregan los partidos liberales, porque sus relaciones no están sujetas a formas preestablecidas ni acuerdos de cúpulas ligadas al poder colonial.  Dentro de su accionar se rompen los sofismas que horadaron nuestra soberanía; para que lo público no sea un "gasto", y lo privado "rentable y generador de empleo" como siempre inculcaron los vividores y serviles eximir a los monopolios de cargas sociales y fiscales.  Es una forma rastrera de usurpar el capítal social acumulado por derecho público al Estado.
El movimiento, herramienta que pone organizadamente al pueblo en acción, es la fuerza más formidable que tienen las masas para recuperar la patria abandonada.  En él, el hombre solitario y perdido emerge como sujeto, se horizontalizan los mandos, se debate y se actúa sin estamentos.  Los puestos no se compran ni se heredan, se ganan a partir del reconocimiento y la identidad con el otro, sin privilegios ni títulos.  Las propuestas y proyectos no se declaman, no se calcan, se ejecutan a partir de una necesidad común.  En él se recupera la dignidad de luchar por el presente y de lograr el futuro.  Es integrador y, por sus objetivos, constituyentes de la Nación y la libertad.  No se aboca a destruir partidos sino que los ridiculiza por su afán de interés y como "únicos" estandartes de la representación política.  Es de género diferente porque se basa en la soberanía popular, en organizar lo excluido y genera un instrumento eficaz para la masa trabajadora, abandonadas por estas entidades burocráticas y por la de su propia fila.  Los movimientos crecen con fuerza cuando las potencias que lo proyectan hacen de lo nacional y social una cuestión fundamental.  Se transforman en la puerta al futuro cuando vivimos abrumados y desorientados, y no sabemos lo que somos ni lo que aspiramos ser.









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