jueves, 28 de abril de 2011

LA INCOMPRENSION DEL PERONISMO POR LA IZQUIERDA

La incomprensión del peronismo por la Izquierda



De la lectura del articulo publicado en el periódico Tiempo Argentino sobre un resumen del texto “Los cuatro peronismos” de Alejandro Horowicz del 02/01/2011 y del análisis posterior del mismo autor de las “Colectoras de izquierda y de derecha” del 22/02/2011 del periódico mencionado, me surgen marcadas diferencias de apreciación a su interpretación de los movimientos nacionales y particularmente del peronismo, que hace imprescindible otra evaluación de los acontecimientos expuestos.

En principio ni con"cuatro peronismos” Horowicz alcanza a explicar el movimiento nacional, popular y revolucionario llamado peronismo.

Esto se debe en parte, a ver solamente sus “conducciones fácticas” en períodos en que se proscribió al movimiento ( aprecia al peronismo solo a través de su estructura partidaria) y cuando el régimen dictatorial creyó eliminada a su militancia, que se oponía al retorno a un pasado liberal ,encuadrado e instalado legalmente por la constitucion de 1853.
Además muchos “analistas” coincidieron con los instigadores del golpismo en que, con la muerte de Perón ya se creían acotados culturalmente los sentimientos populares a “rituales puramente nostálgicos y anacrónicos”, subordinando la participación popular a un bipartidismo controlado y domesticado, una vez destruido el “estado de bienestar” y los recursos institucionales patrimoniales que lo promueven.

Otro aspecto que oprime la libertad del estudio del “peronismo” es cuando su autor es cautivo de la metodología conceptual de las corrientes de la izquierda académica, que necesitan etiquetar previamente estos fenómenos de masas para describirlos. ( como inscriptos dentro de ciclos históricos de devenir rígidos , – esclavismo, feudalismo, capitalismo y socialismo- donde la realidad histórica debe acomodarse al marco teórico y no este a los acontecimientos que movilizan los recursos humanos hacia sociedades mas justas, que son poco predecibles y repetibles, y tampoco encajan en esquemas o “etapas pre-concebidas”. . En lo metodológico, quienes hicieron una interpretación mecánica de las teorías democráticas, socialistas y comunistas desarrolladas en el contexto europeo o de sus movimientos nacionalistas.
Cuando se remiten al estudio de los movimientos nacionales americanos o solo lo perciben como resaca de la lucha de clases, o como ciclos populistas dentro de los propios intereses de las burguesías locales, de desarrollo inorgánico, demagógico o autoritario.
El objeto de análisis en este caso el peronismo, desde esta óptica etiquetadora, deberá encuadrarse mayormente en los estereotipos conceptuales de la izquierda intelectual, osea como frente policlasista, o como movimiento populista, o como bonapartismo criollo , o como alianza de clases liderada por un sector industrialista de la burguesía y del ejército( con lo cual es 99% burgués) , o como nacionalismo de estado, o como estado paternalista, etc., pero nunca como una experiencia popular democrática, organizada políticamente en un proyecto nacional y con transformación social y ética, que incorporaba a la clase trabajadora como sujeto activo de la economía y de las políticas de estado, para que el país dejara de ser una gran estancia europea. Y es así como se puede comprender su dinámica movilizadora y su arraigo en las masas. Todo esto dentro de un proceso interno e internacional de grandes confrontaciones ideológicas y políticas que amenazaban la continuidad del gobierno electo.

De los tantos etiquetamientos que padecieron los movimientos populares, muchos cargan con ofensivas caricaturas que confirman los prejuicios culturales de las capas medias vacilantes y temerosas, que ademas son hechos con intención perversa y oportunista para derrumbarlos. Otros son producto de la incomprensión “intelectual”, que vulgariza y oscurece su significado como identidad de sentimientos colectivos, aislando su poder natural de comunicación y que pueden deberse a errores de formación.
La mayoría de los movimientos nacionales del siglo XIX y XX en Europa (nacionalismo aristocrático), asociaron decadentes noblezas con industrias concentradas, capital bancario, militarismo expansionista y parasitismo administrativo; no tolerando la participación popular en sus filas, por ello reprimieron violentamente protestas obreras y campesinas que se revelaban contra el poder de estas élites autoritarias que expulsaron de su territorio las capas empobrecidas. Entonces el partido era la herramienta colectiva para poder defender sus intereses de ‘clases excluidas”.

Pero en América las variadas corrientes migratorias importaban prejuicios étnicos y fronterizos como de filiación política, cultural y teórica que sectarizaban y rivalizaban sus luchas haciendo que ningún frente político y asociación gremial prosperara algo más allá de sus propias filas. Esta es una de las razones por lo cual los movimientos nacionales se convirtieron en factor fundamental de unión de marginados, explotados, excluidos y engañados, sin que mediaran filtros ideológicos o de castas en sus adhesiones o inclusiones. Bastaba fortaleza en las convicciones de justicia social, compromiso con los sentimientos patrióticos y ser solidarios con nuestros semejantes.
Perón es ungido como líder de un nuevo movimiento de masas el 17 de octubre del 45 y no como secretario de un partido; por esto no podía subordinar la existencia de un movimiento nacional que sublevaba el subsuelo de la patria postergada, a ninguna alianza con partidos preexistentes, aunque estos tuvieran afiliados obreros o radicales yrigoyenistas. Por esto Horowicz se equivoca cuando sostiene que Perón “no estaba interesado a que sobrevivieran ambos nucleamientos “ en referencia al Partido Laborista encabezado por Cipriano Reyes y Gay, y la Unión Cívica Radical Junta Renovadora con Hortencio Quijano a la cabeza, (que apoyaron la futura presidencia de Perón pero con candidatos propios) ,como si fuese un capricho personal provocar su extinción posterior por celos de dirección, cuando en realidad lo que primaba era que un movimiento integrador y revolucionario no se podía subordinar a las decisiones políticas de partidos que no comprendían su naturaleza y proyección. Esta innecesaria y conflictiva relación política de por sí era inaceptable, ridícula y regresiva. En principio ambos partidos sin el movimiento nacional y popular presente hubiesen sido demolidos por el continuismo liberal-oligárquico que buscaba acomodarse con otros aliados externos. Por otro lado es ridículo que un movimiento en América se presentase como subordinado a un partido, o sea dirigido por una alianza de partidos; cuando en la mayoría de los casos sus metodologías de acción difieren sustancialmente o se enfrentan por la diferencia de los sujetos comprometidos.
Tanto Scalabrini Ortiz como Perón en su viaje por Europa en la década del 30, se sensibilizan de las diferencias de sentido político que tenían los movimientos en ambos continentes, que hacen que el primero( por Scalabrini) preanuncie muchas de las consignas que enarbolara el futuro movimiento y que el segundo distinga claramente quién será el nuevo sujeto que necesariamente debía incorporar socialmente la revolución que se avecinaba, y que era el movimiento obrero organizado en un proyecto nacional, americanista y soberano, donde los principales recursos naturales y humanos se convirtieran en patrimonio público.

Como se puede deducir, lo originado en América no tiene vínculos con los movimientos nacionalistas europeos.

El movimiento se incuba en la reacción al extraordinario despojo, abandono y marginalidad que inexplicablemente sufrió el pueblo argentino especialmente durante la década infame, también a la dependencia económica, a la insoportable explotación de los trabajadores y a la relación prácticamente colonial con el imperio británico. Todo esto acentuado por la incapacidad de los partidos existentes a revertir la situación y de quebrar con el fraude institucional. Es decir surge como la antítesis de la argentina colonial, donde las libertades y privilegios solamente existían para los ricos, poderosos y entregadores.
Esta reacción social y política no se expresaba como dilema entre burguesía industrial y proletariado; porque la primera no dominaba en el plano político ni era “hegemónica”, y por el otro lado el trabajador ni siquiera era reconocido como “clase” social y los gremios aún funcionaban como sociedades de resistencia pues el estado no los incluía.

Es a través del movimiento peronista donde el obrero logra afirmar los derechos sociales de la clase trabajadora, y cuando éste accede al gobierno el estado incorpora los tribunales laborales y reglamenta el derecho laboral como materia específica para sus reclamos históricos, además autoriza y promueve sindicalización por rama industrial, con el complemento de la creación obligatoria de delegaciones obreras por fábrica con elecciones internas periódicas.
El estado se obliga a dar cumplimiento a los convenios colectivos. Crea además el Ministerio de Trabajo y Previsión Social para lidiar en los conflictos laborales, etc. Aún así casi ninguna conquista laboral caía al obrero del cielo: fábrica por fábrica, industria por industria, contratista por contratista, patrón por patrón etc.,tuvo que ser confrontado duramente para que se acogiera a las nuevas reglas sociales que sacaban a los seres humanos del salvajismo y la servidumbre colonial. La diferencia fue que por primera vez en la historia el estado estaba a favor del más débil en los litigios laborales y hacía cumplir la ley. Esta transformación política y jurídica excede con creces el programa reformista del Partido Laborista, que nunca fue una “alternativa” para un movimiento de masas y el que para “sobrevivir” deberá justificarse con otros planteos conceptuales que sus direcciones no tenían, y que no fuesen solamente las del trade- unionismo británico.
Didácticamente expresaba Eva Perón ante los trabajadores: “No somos un partido político, somos un movimiento que tiene una doctrina, un conductor político y un proyecto nacional que defender y le pedimos a sus dirigentes que quieran a la clase trabajadora”, Las dos últimas condiciones citadas por Eva, que son fundamentales para el existencia del movimiento nacional y popular (o sea para que exista el peronismo) no estan presentes en lo que Horowicz considera como el 3er. y 4to. “peronismo”. (desde el retorno de Perón hasta el fin de la presidencia provisoria de Duhalde) Porque a ese “PJ” ya antes de su muerte poco o nada le interesaba la liberación nacional, el sacrificio de toda una generación, pero sí el neoliberalismo, y porque la mayoría de los gremialistas encumbrados habían perdido su amor por la clase trabajadora, por Perón y por el movimiento, pero no por su cargo”.
Esto implica que quienes se atribuían la representación peronista eran en los hechos impostores y embusteros que usurpaban una representación que no tenían, y que habían sido copartícipes de la destrucción del movimiento(o sea del peronismo), por lo tanto incluirlos como “peronistas” no tiene consistencia, es un agravio y no reporta saberes.
Algunos analistas califican lo precedente como la “alvearización del peronismo” en rememoración a la complicidades de Marcelo Torcuato de Alvear con el golpismo Uriburista, con el liberalismo proscriptivo de A.P.Justo y por renegar del movimiento yrigoyenista (radicales con galera).
Eva Perón sintéticamente explicaba que el peronismo “será revolucionario o no será nada”, o sea que debía transformar desde sus bases las estructuras sociales del país que sostenían las desigualdades sociales y la dependencia, o “la nada” : es decir un partido mas, subordinado al poder colonial que responda sumisamente al capitalismo internacional con coreografía populista. Como vemos, observaba solamente dos rumbos posibles: en el revolucionario el peronismo tenía al pueblo como sujeto permanente o sea era el soberano decidiendo su futuro y en el otro, el peronismo era solamente un partido domesticador de las masas para negociar intereses personales con los poderes de turno.
Con razón funcional y por representación Eva Perón no preveía mas de dos accionares para el movimiento popular y, desde esta disyuntiva de hierro es como hay que analizar su circunstancial situación, ya sea desde su proscripción violenta por golpistas, o cuando democráticamente reconquista el gobierno, o cuando se sustituye provocativa e innecesariamente al Dr. Cámpora, (defenestración alentada por grupos reaccionarios nativos y extranjeros y porque con Cámpora se debían revalidar títulos y compromisos con el movimiento, en cambio con Perón imperaba el rodeo, la obsecuencia y el aparato ) ,ya que nadie podía negar el poder representativo de Perón en el pueblo y el peso de sus decisiones políticas sin mediar en esto el cargo administrativo que tuviese .
Pero al saber su precario estado de salud muchos jerarcas temían que Campora con varios años más de mandato le sucediera en el poder y relevara de sus funciones a renegados y conspiradores, tanto del aparato político como del sindical para fortalecer con nuevos cuadros la movilidad trunca por 18 años de proscripciones y persecuciones.
La muerte de Perón, deja al descubierto la incapacidad que tenía el PJ de la época, con Isabel como presidenta del “partido” y como jefa de estado sustituta, ensombrecida por el ocultismo inquisidor de López Rega, de continuar un liderazgo histórico, sin el movimiento nacional y popular de respaldo y sin una juventud entusiasta por construir el futuro (o sea el peronismo que ellos mismos combatieron). Era poco realista pensar que se pueda sostener milagrosamente un régimen así, como una ficción democrática, persistiendo en una ridícula formalidad partidista, sin masas de apoyo, persiguiendo a la juventud y a los cuadros políticos, sin movilidad, sin proyectos, con crecientes conflictos laborales y en ejercicio de terrorismo de estado. Y menos que pueda perdurar a mediano plazo con fuertes presiones externas para liberalizar completamente los mercados y con cúpulas militares hostiles a toda continuidad “democrática”. La inmovilidad del pueblo produjo el resurgimiento de la violencia sistemática dictatorial que destruyó implacablemente los cuadros políticos, gremiales y juveniles de un movimiento que se resistían a la entrega, especialmente los de origen obrero, cancelando así el breve período democrático en la vida política argentina.
El papel de las diversas y presuntas direcciones, renegadas al peronismo, encarnadas dentro del PJ y en los feudos sindicales con disfraces populares y las invasiones oportunistas de ambiciosos a cargos y poder, no justifica segmentar su estudio en una variada oferta de presentaciones coyunturales aburguesadas que solo favorecen al las intenciones regresivas del poder monopólico (confundir, desarraigar, corromper, desalentar, no importa como, o violentar sin contemplaciones, para conservar el poder).

Siempre la naturaleza de las transformaciones sociales, como la calidad de sus direcciones dependerán del grado de organicidad que tengan la pluralidad de los actores de los movimientos nacionales revolucionarios y no tanto de adhesión o filiación partidista; porque la herramienta popular de los pueblos americanos es el movimiento y no el “partido” culturalmente eurocéntrico y que solo puede asegura logros tácticos y puestos en la administración pública pero no garantiza objetivos sociales a las masas.

El segundo “Peronismo” para Horowicz esta integrado “básicamente” por ”direcciones sindicales variopintas”, por las 62 organizaciones, obviando ciegamente el acontecimiento mas importante de su reafirmación como movimiento inspirado en las luchas obreras y de masas, no resignadas a permanecer indefinidamente como clase social sometida y explotada, pese al golpe de estado de 1955.
Este hecho fue conocido como la Resistencia Peronista: expresión decididamente activa y militante con arraigo en todo el país de cuadros fuertemente comprometidos con la clase trabajadora y la liberación nacional, de sentimientos americanistas con conciencia colectiva de pertenencia aun movimiento integrador, y también causa fundamental para la comprensión de todo acontecimiento político y sindical posterior.
La reacción hacia el golpismo contrarrevolucionario de 1955 fue espontánea y natural, sin líderes y mentores. Y es porque durante el gobierno peronista del 46 al 55 no se elaboró un plan estratégico que previera un golpe, una conspiración violenta o conflictos a gran escala provocados para derrocar gobiernos democráticos y constitucionales.(Winston Churchill había declarado al gobierno peronista como el principal enemigo americano de Inglaterra y Estados Unidos según aseveraciones del propio Perón planeaba réplicas militares sobre bases de aprovisionamiento en caso de ser vencidas las fuerzas golpistas).
En estas imprevisiones influyeron concepciones evolucionistas lineales de Perón (“Comunidad Organizada”), que creía que mediante el justicialismo se pasaría de la sociedad del “ yo” ( liberal) a la del “nosotros” (con justicia social) y que por ser un ciclo superior de la conciencia colectiva nacional no admitía posibles regresiones a regímenes neocoloniales impuestos por el capitalismo-imperialismo. Por esto sostenía en esa década también “que el antiguo sistema capitalista hoy ya esta superado”, o que” todo el ejército trabajaba en bien de la nación abandonando sus resabios con gobiernos oligárquicos”. Argumentos determinantes que no ponderaban debidamente la magnitud de la reacción oligárquica y que no convencía a muchos militantes sociales, pobladores, a algunos intelectuales y a sectores laborales que siempre sufrían algún escarnio o humillación y lo percibían a diario tanto de los partidos opositores, como de los medios de difusión, o cuando se incorporaban al servicio militar, sobre todo en el interior o en las comunidades nativas donde el beneficio del trabajo o la redistribución de la riqueza no se les acercaba.
Los que se exponen en la resistencia y que consta por relato de sus actores, es un activismo convencido de que en 1955 se había frustrado un proyecto industrialista autónomo, de que los promotores del golpe operaban para que la justicia y la inclusión social desaparecieran como esperanza de las mayorías( “para que el hijo del obrero muera siendo obrero”), así como los deseos de una sociedad mas justa, libre y soberana; también que la clase trabajadora sería la mas castigada por su osadía emancipadora y que la democracia solo figuraría en la cartelera si no irrita a los poderosos,.Estos y muchos argumentos mas hicieron reflexionar a lo patriotas en que nuevamente valía la pena volver a arriesgar la vida, como lo hicieron los que pelearon por la independencia, los actuaron en la Vuelta de Obligado, las luchas de la resistencia federal, los héroes de Paso de los Libres, etc.,como las milicias de Guemes que jaqueaban permanentemente al enemigo realista y no lo dejaron avanzar un solo paso mas, como personas sencillas que no tenían nada que perder ,pero sentían que había una patria que proteger y recuperar si era avasallada. Sabían que en ese momento no contaban ni con Perón, ni con el partido, ni con la CGT, pero sí que eran parte de un movimiento nacional que la brutalidad dictatorial lo haría también clandestino, pero sería la herramienta contra los opresores.
Las acciones de la resistencia obligaron a forjar una nueva conducta gremial con mucha presión de base, ya que habían desaparecido todas las garantías constitucionales y laborales. Los resistentes fueron además formadores de cuadros gremiales, porque el no actuar de una proporción de las conducciones que provenían de la CGT del gobierno peronista debilitaba las luchas obreras ( caso como el de Di Pietro, Cavalli, etc.). Esta dirigencia que fue domesticándose al servicio del capital, no estaba dispuesta a grandes sacrificios y preferían negociaciones con los golpistas antes que el encarcelamiento. (a estas corrientes liberales se llamo:”colaboracionismo”, “nueva corriente de opinión”,”Integracionismo” etc.).
La defenestración del Gral.Leonardi ( catolicismo conservador) por parte de sectores golpistas ultraliberales (Aramburu-Rojas) generaliza la represión (mas de 3.000 encarcelamientos sin proceso y mas de 35.000 expulsados de la actividad económica) lo que intensifica las acciones resistentes del 56, que actuaron en varios planos y cuyo organizador apreciable fue J.W.Cooke ,cuya audacia intelectual sorprendían al propio Perón, al poder encausar prácticas puntuales y aisladas hacia estrategias de recuperación popular insurreccionales sin su valoración. Frente a este dramatismo social el gallinero partidista (la Unión “Democrática) estaba ansioso por entrar por las puertas laterales de la “casa de gobierno” usurpada por tiranos para hablar de su futuro.
Acompañando la acción insurreccional estaban los que promovían el peronismo desde abajo en 1956 llamado “movimiento peronista de base” (sostenido por Miguel Gassera, Marino Vuelta y Amado Olmos) que procuraba la formación de nuevos dirigentes en el movimiento obrero y en el territorio para contrarrestar la ineficacia burocrática partidista y sindical. En el caso del MRP fundado por Gustavo Rearte planteaban roles específicamente revolucionarios a las nuevas agrupaciones obreras y a los sindicatos, pero no abandonaban su identidad con el movimiento. Otros como el Gral. Valle planteaban soluciones militares para la restitución del gobierno constitucional depuesto, con la condición de que las FFAA no debían intervenir fuera de los marcos constitucionales y democráticos. En esta acción heroica muchos pagaron con su vida la osadía de querer reponer al peronismo.
.Los militantes de la resistencia actuaron en casi todos los planos de la política (gremial, social, cultural, política exterior, etc.) generalmente desde el anonimato, sin exposición en cargos, con escasos recursos, con gran entereza moral, y fueron los principales movilizadores que generaron las condiciones para retomar el proyecto nacional, popular y revolucionario truncado en el 55, además de imponer el requisito social del retorno incondicional de PERÓN al país en plenitud de sus derechos cívicos como garantía de libertad democrática. Este plan de lucha implicaba la restitución incondicional de los derechos fundamentales consagrados en la Constitución de 1949 y el libre ejercicio de la democracia, sin ninguna enmienda. El propósito era avanzar estratégicamente y como algunos decían: “Si el país tenía soberanía en los actos económicos y los ejercía con justicia social, entonces habría independencia política y así se consolidaría el necesario sostén del estado a la economía social y a afianzar la justicia laboral” ( línea política y proyecto nacional que pienso es propiciada audazmente por los gobiernos del matrimonio Kirchner)
Pese a la importancia de las políticas gremiales que confrontaban la caída del salario, la reducción del gasto público, los despidos masivos y los abusos patronales en la época en que se proscribió al peronismo (55-73); su existencia no se debía al arrojo de unas “62 variopintas” sino por la presencia social de un activismo movilizado y de una conciencia colectiva en la clase trabajadora que ya no claudicaba ante los diferentes regímenes que adoptaba el sistema capitalista dependiente y que condicionaron los cabildeos gremiales permanentes hacia la avaricia empresaria y a negociar derechos o sacrificios ajenos.(Se confirman estos acontecimientos por los relatos de Federico Durruty) . Un caso emblemático fue la resistencia a la desnacionalización del Frigorífico Lisandro de la Torre, donde pese a las bravatas de Frondizi y a las indecisiones del amarillismo cegetista ( se negaban a convocar a un paro gral.) el conflicto se generalizo como repudio nacional a la entrega de patrimonios públicos. Finalmente la resistencia desnuda al generalato que mostró su hilacha mercenaria y reprimió salvajemente la toma del frigorífico por los trabajadores y a los movilizados en su defensa, encarcelando al heroico dirigente Sebastián Borro y echando a la calle a mas de 1500 obreros para complacer al capital extranjero. (1ra.crisis del voto restringido y del presidencialismo vigilado del régimen).
Los movimientos populares se comprenden si se analizan como acciones concientes o no, cuya dinámica tiene objetos a cumplir y que satisfacen los sentimientos comunes postergados. Por eso aunque operen en contextos económicos “burgueses”, por la calidad de sus sujetos orgánicos (que no son únicos) pueden llevar a cambios revolucionarios. En el caso del peronismo cuando la clase obrera tuvo protagonismo político en las acciones de gobierno las transformaciones fueron revolucionarias. A esta ecuación de clases la izquierda mitriomarxista (como diría Jauretche) nunca las pudo digerir porque no se amoldaban ni a sus propuestas de “maxima” ni de “mínima”. La ”derecha nacional” sí, pero con intoxicaciones y malestares; calificando su grave estado como un ataque de los “zurdos”, pero en este caso no apuntaba hacia la “izquierda” sino a los trabajadores y cuadros peronistas . Cabe aclarar que en el año 1944, en las postrimerías de la 2da. guerra, una marcha de trabajadores se dirigió a la Secretaría de Trabajo y Previsión a pedir explicaciones a Perón sobre su postura respecto del grave conflicto bélico y de allí surge la consigna “ni yanquis ni fascistas, peronistas” por su línea abstencionista; pero que luego los ideólogos de la reacción corporizados en el vandorismo sindical , ( Alonso, Coria, Vandor, etc., en complicidad la dictadura de Ongania, llamándose también “peronismo sin Perón”), la reformularon perversamente como “ni yanquis ni marxistas, peronistas” creando una falsa ideologización del sindicalismo para enfrentar a sus bases amotinadas con el sistema. La derecha conservadora para envenenar al movimiento, se entromete en varios frentes, sobre todo entre los trabajadores y que muchos por prejuicio, por corrupción y por ignorancia no se percatan de la maniobras divisionistas en juego.
El retorno de Perón se produce en condiciones diferentes a las previstas por la resistencia peronista y a la situación de expansión industrial argentina previa a 1945, porque las dictaduras provocaron endeudamientos, déficit en la balanza comercial, inflación galopante, desempleo, extranjerización de empresas, disminución del “gasto público”, aumento de la tasa de interés, corrupción estructural, invasión monopólica y de capitales golondrina, caída salarial, regresión cultural, violación e inaplicabilidad del derecho laboral, etc. que no se resolvía instalando por decreto en “socialismo”.
Había que reconstruir como mínimo las condiciones económicas, constitucionales, sociales y políticas previas a 1955, porque para ello el pueblo votó mayoritariamente a Cámpora y mas de 1.000.000 de habitantes se movilizaron para concurrir a Ezeiza a recibir a Perón, principalmente motivados para que se reimplantara la justicia social y que el ingreso laboral, principal variable de ajuste del golpismo, creciera nuevamente hasta superar el 50 % del PBI. Con esta incidencia en los ingresos, se alcanzaría el poder suficiente, de tal forma que las políticas económicas y sociales, la orientación del presupuesto y los recursos naturales estarían en manos de quien realmente moviliza la sociedad, sostiene la productividad y defiende la soberanía. Así se pensaba. Y para estos logros era necesario reconsiderar nuevamente los derechos laborales, sociales y el abusivo rol de la propiedad monopólica y terrateniente. Estas eran las tensiones en juego que se desencadenaban y que no eran ni reformistas, ni economicistas, ( o 99 % burguesas ) como suponían y suponen los gurúes de la izquierda (estas proyecciones consumaba en gran parte de los objetivos económicos del movimiento en la década del 45 al 55 y el de su base constitucional del 49). Por lo visto, el papel de J.Gelbard (Ministro de economía 73-75) era lograr una nueva “acumulación primitiva” principalmente con el empresariado afiliado a la CGE , porque los recursos del estado fueron liquidados por los regímenes militarizados (algo que no se podía lograr en un mes) y eran indispensables para salir del estancamiento; pero lo determinante en materia política económica de la época era el rol que el ejecutivo fijaba a la redistribución del ingreso y a la participación obrera en la gestión industrial y agropecuaria, cuestión que dependía de la organicidad del movimiento obrero y de su participación. (No se puede medir una política económica por el grado de afinidad burguesa que se le puede asignar a un ministro, como aprecia Horowicz).
Las condiciones en que se establece la apertura electoral del 73, difieren enormemente a las del fin de la guerra del 45. El golpe del 43 fue contra el continuismo oligárquico y la economía se encaminaba a la sustitución de las importaciones pero en el 73 los golpistas estaban casi obligados a la apertura “democrática” por el rechazo civil a las proscripciones, al desastre económico y al partidismo militar( fracaso del GAN). Situación que de continuar implicaría inevitables levantamientos insurreccionales. Los militares se retiraban a los cuarteles, sin que por esto el ejército abandonara la teoría de la “seguridad nacional”( táctica antisocialista diseñada por los EEUU para que los ejércitos latinoamericanos combatieran los posibles movimientos revolucionarios en su territorio, enseñadas en la “Escuela de las Américas” de Panamá) O sea que el peor enemigo para sus mandos seguía siendo el interno y que aún había que vencer, no importándole que el país se sumerja en la pobreza y en la guerra civil. Operaron de manera tal que los conflictos que ellos causaron los resolviesen “los peronistas”, trasladándole su ”guerra interna” al propio movimiento, donde ya habían penetrado los conspiradores reaccionarios a tal propósito, sobre todo en el aparato sindical, ensuciando la democracia popular naciente.
Si a este cuadro inestable le agregamos que el retornar del proyecto nacional no contaba con la suficiente adhesión de las cúpulas sindicales colaboracionistas, ( ya en 1968 se había dividido la CGT, quedando como confrontadora al régimen militar un sector reducido muy activo, llamado CGT de los Argentinos, liderada por Ongaro, Di Pascuale, Atilio Lopez, Santillán, etc.) entonces por coherencia el objeto primario de los militantes populares era recomponer las bases del movimiento antes que pedirle “definiciones “ en el vacío a Perón y una conducta improbable al PJ. Los jóvenes naturalmente rebeldes y transgresores, aunque no experimentaran gobiernos libremente elegidos, convivieron con repugnancia las dictaduras retrógradas y paralizantes, pero por distantes de la actividad productiva, de políticas participativas y de acciones constituyentes por la bestial exclusión padecida, era poco probable que conformaran un “frente juvenil revolucionario ” como encuadra Horowicz en su” 3er. peronismo”, porque los frentes suponen acuerdos tácticos de direcciones orgánicas y lo existente era sectario y poco dispuesto a disolverse( o sea poco revolucionarios). No así los movimientos de masas que era lo que se debía fortalecer para transformar esa Argentina oprimida y despojada.
Otro infortunio al voto popular fue el aventurado ataque al Cuartel de Azul por el ERP en enero del 74, pensando seguramente este grupo que eran los iluminados predestinados a señalarle al pueblo donde se oculta su verdadero enemigo, no importando las circunstancias políticas y las consecuencias sociales del hecho. A.H. hace mal en señalarlos como “guerrilla guevarista” ya que Guevara no guerreó contra gobiernos surgidos por el voto popular. Batista era un legendario dictador caribeño y en Bolivia los generales Ovando y Barrientos habían dado un golpe contra el gobierno popular de Paz Estenssoro. Por esto en la Argentina del 74, donde después de 18 de proscripciones el pueblo pudo volver a elegir, no podía pensarse que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, sino que pasaría a ser “la imposición de determinadas políticas antipopulares por medio de la violencia y el poder militar” y ningún acto bélico se justificaba si el pueblo no lo requería. El hecho del Cuartel de Azul solo puede medirse como una irracional provocación de consecuencias reaccionarias. (a las castas abigarradas al poder económico esto le venía como anillo al dedo, pero a los jóvenes como un auto de prisión preventiva)
.Pese a que la movilidad popular fue ferozmente combatida por los genocidas del 76 para implantar el neoliberalismo, en diciembre del 2001 la resistencia popular cobra fuerzas al igual que la resistencia peronista y produce la caída no solamente de un títere como De la Rua, sino del paradigma neoliberal, recuperándose la participación popular en la demanda de justicia y programas sociales, que en gran parte han sido sostenidos posteriormente por los gobiernos del matrimonio Kirchner.

Carlos Kifer
La Organicidad Obrera